Prensa Push Up


Por Rocío Mariel González



Basada en la obra de Roland Schimmelpfennig, traducida por Margit Schmol y dirigida por Gastón Czmuch, Push up reflexiona acerca de las disputas por el poder que se dan dentro de una empresa.
La obra está estructurada de manera tal que cada situación involucre a un par de personajes, los cuales nos darán su propia versión de los hechos. Así, nos damos cuenta que el conflicto se genera por los malos entendidos de lo no-dicho, ya que ambos piensan esencialmente igual.
La empleada estrella discute con su jefa por un merecido ascenso que no se concreta por motivos personales de la empleadora. Un romance de oficina queda trunco por cobardía de ambas partes y termina afectando el profesionalismo. Dos empleados luchan por un mismo puesto de trabajo, excediendo la competencia meramente laboral. Cada una de estas situaciones es observada y comentada por los dos guardias de seguridad. Así, en estas luchas de a dos, se hace patente cómo las relaciones laborales permanentemente exceden ese ámbito y entran en el terreno de lo personal.
La puesta en escena sintetiza muy claramente esta noción, ya que los cuatro personajes que no intervienen, sostienen con sus cuerpos los elásticos que forman el cuadrilátero del ring. Adentro, la pelea verbal, pero también física.
Una obra excelentemente actuada, con un texto atrapante, cuyo principal problema es la repetición del único recurso a lo largo de toda la obra: la suspención de la pelea en una suerte de apartes intercalados. Sin embargo, las actuaciones son tan buenas, que este hecho pasa a un segundo plano.

Actúan: Martín Orellano, Marigela Ginard, Ayelén Rubio, Héctor Leza, Victoria Troncoso, Guillermo Lagüela, Diego Manara, Karina Mauro.




La acentuada individualización que conocemos actualmente no es, de ninguna manera,
signo de la liberación del sujeto que encuentra en los recursos propios los medios para una gestión autónoma de su existencia.
(Le Breton, 1995:164)

Del prolífico dramaturgo alemán, cuyas obras de teatro han sido muchas veces traducidas a varios idiomas, Push up 1-3 fue estrenada en el 2001 en Berlín. “Push up” significa literalmente empujar hacia arriba, y este es el clima que alcanza la propuesta de Gastón Czmuch[i]. Porque da cuenta como las multinacionales están a la orden del día y como al internacionalizar los mercados más allá de sus fronteras no sólo generaron un cambio paradójico en la política y economía mundial –por un lado, un mundo globalizado pero, por otro, la fragmentación de los estados nacionales y una nueva división de trabajo, sino que también modificaron las relaciones interpersonales y los valores sociales-laborales. Así el espació escénico de la empresa multinacional está dividido a modo del montaje alterno, donde las situaciones tienen correspondencia temporal. La escenografía con economía de recursos y la cuidadosa iluminación construyen estos dos ámbitos totalmente diferentes y, en cierto sentido, opuestos pero sin rivalidad, de este modo atrapan al espectador, y éste puede focalizar su mirada en uno u otro extremo, como en un juego de ping pong. Por un lado, el espacio lúdico es construido por los personajes – Angélica y Sabina, Patricia y Roberto, Francisco y Juan - que en una carrera por el éxito profesional se enfrentan como gallos de riña, por alcanzar a cualquier precio poder dentro de la dicha jerarquía: la Dirección o la Junta Directiva o la Representación en el exterior o…Los seis actores con profesionalismo van construyendo dentro del cuadrilátero que ellos mismos construyen con sus cuerpos, los tres binomios en conflicto. En el centro del mismo, entre los diálogos intensos se intercalan con fluidez los miedos y las angustias de cada personaje, mientras su partenaire queda “suspendido” en penumbras. La acción dramática adquiere un ritmo frenético como lo es la lucha por tener una imagen exitosa, cierto status y el reconocimiento profesional. Además, es interesante y le da más textura al texto espectáculo el otro espacio, donde “nada pasa”, construido por María (Karina Mauro) y Enrique (Martín Orellano), los dos personajes encargados de la seguridad del edificio. Ambos observan en el “monitor” estos enfrentamientos en recintos privados, especialmente María que no deja de estar atenta a lo que la “pantalla refleja” mientras come una galletita o se lima sus uñas con un reiterado "¿O no?". Ellos que están relajados, casi sin movimientos y con escasos comentarios, generan el humor simple, el humor cotidiano pero, a la vez, irónico. Push up 1-3 es una propuesta estética de la globalización, donde todo el grupo de profesionales del ámbito teatral son como las piezas de un puzzle que dan forma a un hecho espectáculo totalmente acabado, sin fisuras.

Azucena Esther Joffe



Por Alejandra Hidalgo

30 de octubre de 2011


Obra del joven dramaturgo alemán Roland Schimmelpfenning, es una reflexión sobre las disputas que se originan en la lucha por el poder dentro de una gran empresa, donde la ambición por alcanzar el éxito profesional hace que éste valga más que la vida misma.
Llegar a la meta a cualquier precio: esa es la consigna. Las disputas laborales se entremezclan con los problemas personales, excediendo el propio ámbito de trabajo, creando un clima ríspido y por demás dramático.
La aparición en cada escena de los integrantes de la empresa, en grupos de a dos, dentro de un cuadrilátero (semejante a un ring con cuerdas incluidas) y donde los demás personajes esperan estáticos en cada ángulo del mismo, le dan más dramatismo y hacen más tensa las situaciones, solo matizadas por toques de humor en los comentarios certeros de la pareja encargada de la seguridad del edificio, que observa las disputas a través de un monitor.
Diálogos tensos y densos entre cada par de personajes enfrentados para después completar su historia solos frente al espectador, como la de la empleada modelo: pulcra, responsable, ambiciosa, encarnada por Ayelén Rubio, que luego de su pelea con otra mujer- su superior jerárquico- a cargo de Marigela Ginard, provoca un momento de honda emoción, mostrando su sufrimiento, soledad y vulnerabilidad.
Una escenografía por demás mínima conformada por el cuadrilátero y las sillas en cada esquina, y en un extremo el escritorio del personal de seguridad; junto con un cuidado uso de la iluminación, logran ese clima de aspereza y angustia donde la atención confluye tanto en las palabras dichas como las que se dejan entrever.
Muy buena dirección de Gastón Czmuch, el cual logra un parejo trabajo en equipo.



Muy Buena. Una obra sobre el ejercicio de escalar posiciones en el ámbito laboral. A cualquier costo. Perder la salud, perder un amor, perder la alegría, todo por triunfar en la competencia. Visto así parece tan claro y sin embargo hay tantas justificaciones para el que transita por esa situación.
Cuatro dúos y cuatro miradas sobre la realidad. Hombre y mujer los encargados de la seguridad miran todo desde otro lugar y es el lugar que yo elegiría, miran la guerra, la batalla incruenta pero terrible, como quien ve un televisor, sin angustia y ayudan a enhebrar la historia.
Reemplazando a Martín Orellano, Mariano Legaspi en el papel del caballero de seguridad, excelente, lo remarco porque hace dos semanas que está en ese rol y si no me lo dicen jamás lo hubiera pensado, un genio.
El resto son enfrentamientos y se dan en otro lugar, una especie de cuadrilátero con cintas en el que dos personajes se enfrentan y los otros sujetan las cintas a modo de postes….sentados en bancos. Buenas actuaciones y, en general se proyecta una tensión interesante en cada enfrentamiento.

Hay momentos de diálogo y también, mediante cambio de luces, cada personaje cuenta como hablando con el espejo, parte de su vida, su mirada, su realidad.
La dupla que me impactó mucho, Marigela Ginard y Ayelén Rubio ponen muy en claro, desde el principio y para toda la obra, que en realidad todos son iguales, los mismos miedos, las mismas dudas, la misma angustia. La tensión lograda por esta dupla, seguida por las reflexiones personales, muy emocionantes, son difíciles de olvidar.

La dirección, manejo de luces y puesta en general, todo muy bueno.

María Inés Senabre






Por Vanesa O’ Toole



¿Todo sea por ascender?


Push Up 1-3 es una obra escrita por el dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig, que trata la difícil intersección entre la vida personal y profesional en el mundo corporativo.
El término push up se refiere, literalmente, a “empujar para arriba”. Y en esta premisa se escudan los personajes, interpretados por Martín Orellano, Marigela Ginard, Ayelén Rubio, Héctor Leza, Victoria Troncoso, Guillermo Lagüela, Diego Manara y Karina Mauro, para accionar en su vida profesional.
Los personajes “empujan para arriba”, llevándose por delante al otro y tratando de llegar hasta el último peldaño de una larga escalera corporativa. Y este atropellamiento por llegar a la cima los lleva a descubrir que, mientras más intentan ascender en su vida profesional, su vida personal va barranca abajo.
El texto está estructurado en un prólogo, tres diálogos y un epílogo. Cada diálogo se da entre dos personajes que luchan por sus respectivas posiciones y por superar al otro en la escala de poder. La ficción es una metáfora de una pelea en el ring, donde uno de los dos contrincantes gana por knock out.
Por tanto, la escenografía se reduce a un ring y a un escritorio que simula ser la entrada del edificio, donde dos personajes de seguridad observan la pelea, como espectadores diarios de la lucha de poderes. Para metaforizar aún más la idea de lucha en el cuadrilátero, cada diálogo o “round” se da inicio con el sonido de una campana.

Más allá de los diálogos en que ambos personajes batallan a muerte por cumplir su cometido, es a partir de los pequeños monólogos donde muestran la verdadera naturaleza y motivación de cada uno, permitiendo al espectador comprender que ambos personajes no solamente se parecen, sino que sufren ante las mismas situaciones y que están inmersos, sin saberlo, en la más desdichada soledad.
Es en estos momentos donde los personajes se desnudan y los actores alcanzan el punto álgido de sus actuaciones. La sencilla iluminación acompaña perfectamente el estado de oscuridad en que cada actor se ve obligado a sumergirse, logrando que el espectador cobre empatía y se emocione ante los conflictos internos de los personajes interpretados.
En cuanto al diálogo propiamente dicho, a veces escuchamos las mismas palabras en la boca de distintos personajes, lo que hace que el texto cobre un nuevo significado, una nueva dimensión que lleva indefectiblemente a una sola conclusión: la soledad es el efecto de todas las causas.
Por todo lo antedicho, Push Up 1-3, dirigida por Gastón Czmuch, se convierte en una obra muy interesante de ver y que nos lleva a reflexionar en nuestro propio comportamiento ante la vida profesional y personal. ¿De qué somos capaces por ascender?